
Aunque nadie se de cuenta, tu mundo se derrumba cuando alguien te falla, sobre todo, cuando ese alguien es un amigo. Podremos poner nuestra mejor sonrisa, pero solo esa persona sabe la verdad, porque te conoce; en cambio, se comporta indiferente. Y es ahí cuando creíamos que lo peor había pasado, y nos damos cuenta que estamos en el ojo del huracán, mientras lo peor asecha. Caemos en la cuenta de que esa persona que creíamos importante, deja de serlo, repentinamente por sus acciones. Tanto tiempo estuvimos bajo sus mentiras y falsedades, y fuimos lo suficientemente ciegos, para no verlo... en realidad, sólo tal vez, no fuimos ciegos, sólo no queríamos aceptarlo, darnos cuenta de la realidad. Esa amistad, era sólo una etiqueta, una más de la lista.
Cuando llega el momento de las lágrimas, y ese "amigo" no están ahí, las lágrimas y ese sentimiento de odio aumentan. No siempre ese odio es hacia ellos, claro, hacia nosotros mismos, por no darnos cuenta de todo. Y es ahí cuando realmente te das cuenta, de que nunca se termina de conocer a las personas, ni a aquellas que creímos invisibles.
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